El cuaderno de campo

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Es seguro que la mayoría de quienes puedan llegar a leer estas líneas (asunto que tiene gran mérito, por cierto) conocen la figura de Félix Rodríguez de la Fuente. Para quien no haya oído hablar de él tan solo diré que fue el gran precursor de la divulgación sobre la naturaleza en nuestro país. Se pueden decir muchas cosas de él, casi todas buenas, pero yo me quedo con el amor a la naturaleza que supo transmitirnos por medio de la televisión. Todavía resuena en mis oídos la melodía inconfundible de su programa “Fauna Ibérica” con la silueta de una manada de lobos correteando por un castizo paisaje español.
 
Curiosamente fue Félix Rodríguez de la Fuente una de las personas que más me indujo al dibujo. Y no por que me animara personalmente, no, sino por admirar la forma en la que plasmaba en libretillas todo lo que iba observando en su deambular por todos los rincones de la Tierra. Es lo que se denominan “cuadernos de campo”. En ellos pude descubrir que el dibujo permite plasmar cosas que no capta la cámara ni, a veces, el ojo humano.Algunos de los cuadernos de campo de nuestro amigo Félix, como los de naturalistas posteriores, son verdaderos comics. De esto puedo hablar con conocimiento de causa porque he visto muchos, de todos los tipos y colores. Y lo más grande es que muchas de las personas que he conocido que han elaborado magníficos cuadernos de campo no han sido conscientes de la virtud que poseen de poder transmitir con un lápiz no solo una imagen sino sensaciones e incluso opiniones.

En alguna ocasión he contado que estudié Geología. Incluso obtuve el correspondiente título académico. Recuerdo que en la primera salida que hicimos al campo (a la granadina Sierra Elvira) don Florencio se empeñó en explicarnos los secretos de un sistema de fallas que nadie veía por ningún lado (éramos simple borreguillos recién aterrizados en la universidad). Anduvimos de un lado a otro para observar lo que nuestro profesor trataba de transmitirnos desde diferentes perspectivas y el resultado, aunque parecía que mejoraba, seguía siendo el mismo. El caso es que en un momento de desesperación se echó la mano al bolsillo posterior del pantalón y sacó una libretilla (como las de Félix, poco más o menos) y se puso a garabatear. ¡Era el primer cuaderno de campo que veía!. Todos entendimos al instante lo que teníamos delante. A partir de ese momento varios compañeros, y yo mismo, tuvimos casi siempre una libretilla en el bolsillo, llena de dibujos y comentarios (unos más decentes que otros) que se convertían poco a poco en una especie de cómic que nos ayudaban, además, a aprender y a recordar.

Esta enseñanza también la hice extensible al ámbito de los comics, lo cual recomiendo fervientemente a todos. Llevar una libretilla en el bolsillo nos permite obtener ideas, gestos, perspectivas, situaciones o sensaciones que después podremos utilizar en los comics que elaboremos. Nunca hay que perder la oportunidad de dibujar algo que vemos en directo pues cuando nos ponemos delante del papel a veces nos falta la inspiración que, en cierta medida, puede ser sustituida por un buen puñado de apuntes realizados en nuestro cuaderno de campo.

Los cuadernos de campo también tienen su analogía en los story-boards (ya es hora de que busquemos un vocablo castellano para esta palabreja) que se suelen utilizar en el mundo del cómic o, más abundantemente, en la animación.

Uno de los aspectos en los que creo se puede evolucionar más y mejor a la hora de elaborar un buen cómic es en el hecho de realizar un simple story-board en el que ordenemos nuestras ideas antes de abordar el papel y el lápiz. Muchas veces tenemos la tentación de empezar a dibujar cuando se nos mete una idea en la cabeza pero generalmente esto tiene como consecuencia que tengamos la necesidad de utilizar la goma en más ocasiones de las deseables ya que siempre nos viene alguna idea a la cabeza que corrige lo que ya hemos plasmado en el papel.

El story-board ralentiza la labor creativa pero favorece un trabajo más estructurado, más evolucionado y, sobre todo, de mayor calidad.

El cuaderno de campo o, si lo preferís, la libretilla, debe ser un inseparable compañero de viaje de todo buen dibujante.
 
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